Caos, desazón y resignación en Aldaya: Castilla y León acude al rescate de miles de afectados por la Dana, donde varias dotaciones de bomberos son los primeros en llegar a numerosas calles de la población valenciana, aplaudidos como héroes
Juan López / ICAL “Hemos visto incendios devastadores y duros. Pero esto es inaudito”. El vallisoletano Guillermo Calles habla mientras sujeta con fuerza una manguera de la autobomba que dirige, donde limpia una de las plazas anegadas de la localidad valenciana de Aldaya, población asignada al destacamento llegado desde Castilla y León, y que está formado por efectivos de la Junta y de parques de bomberos de todas las provincias y muchos ayuntamientos de la Comunidad.
“Esto pone los pelos de punta”, señala este bombero forestal de La Parrilla (Valladolid), quien asegura que “da pena» cuando la gente se dirige a uno para que les ayude «a limpiar la entrada de casa o extraer el agua de un garaje anegado”.
Muy cerca de él, en calles colindantes, un equipo llegado desde León habla de la “evolución positiva en las labores de limpieza en esta población”. Jacinto Moral y sus compañeros, con una bandera de León izada sobre el visible camión amarillo de bomberos forestales, recuerda que ya había compañeros de vacaciones, de días moscosos y de descansos, principalmente porque ya había concluido la época de riesgo de alto de incendios el 12 de octubre. “Nuestra vocación es venir, siempre. Hemos venidos muchos y la gente nos está agradeciendo de todas las maneras. En cualquier puerta nos ofrecen algo de comer y agua. Se está viendo lo bueno de la sociedad”, remarca Moral, cuya base se encuentra en León capital.
A las puertas de su vivienda se encuentran Trinidad Companys y Luis Tordera, vecinos del barrio del Mercado de Aldaya, que vieron llegar el agua hasta los cuatro primeros escalones de sus edificio. “No tenemos palabras para agradecer el trabajo de esta gente”, precisa la anciana, quien carga contra los “políticos, que han enviado tarde la ayuda y no avisaron de la riada a tiempo”. “Quiero dar un aplauso a los jóvenes, a los que se había criticado mucho estos años. Ellos son los primeros que han actuado desde el primer día”, manifiesta Tordera, que ayuda a una docena de chavales mientras cargan lodo en talegas y sacan muebles, bicis y estanterías ya deteriorados, que apilan en la calle y que cargan las máquinas pesadas de Castilla y León. De ahí, todas se trasladan en camiones a una gran explanada a las afueras de la localidad, donde el montón ya supera los 12 metros.
Unos pasos más hacia las vías del tren, descolocadas por el paso del agua, permiten observar un parque infantil en el que, por sorprendente que parezca, juega una niña, quizás símbolo de la esperanza a la que se enfrenta esta tierra. Desde allí, tras el fango, trabaja otro equipo con cestos, palas y cepillos, y otros preguntan dónde pueden ayudar, mientras pasan por delante de coches volcados y vehículos semienterrados, en una imagen que parece postapocalíptica, donde un hombre y una mujer pasean a sus pequeños perros. Se detienen, frente a la niña. Y ella le pregunta a él: “¿Qué tal lo llevas?”. En valenciano, él le devuelve la respuesta y le dice que “mejor que el animal, que está muy raro”. Y ella, finaliza: “Como todos nosotros”.