- Creada por Santiago Pérez, el típico postre, que se creó en los años 80, no tuvo el éxito esperado
La llegada de las Fiestas de San Froilán en León y La Virgen del Camino inunda el ambiente del color de los pendones, de gente y de un dulce inconfundible: las rosquillas glaseadas que llevan el nombre del patrón de la diócesis. Sin embargo, detrás de esta tradición aparentemente ancestral se esconde una historia reciente y “jugosa” que estuvo a punto de perderse en el olvido, una receta que viajó y se reinventó hasta convertirse en la joya efímera de la repostería leonesa.
El dulce recién llegado
Porque sí, lejos de ser un postre ancestral, arraigado a una fiesta patronal siglos de antigüedad, la realidad de las Rosquillas de San Froilán es mucho más sorprendente: son unas “recién llegadas”. Fuentes de la confitería leonesa apuntan que su invención, o al menos su popularización en la ciudad, no se remonta más allá de los años 80, lo que las convierte en una tradición con apenas cuatro décadas de vida.
El artífice de la receta que hoy conocemos es el maestro confitero Santiago Pérez García, de las desaparecidas Confiterías La Coyantina, fallecido este mes de julio. Pérez, un visionario con formación incluso en obradores alemanes, quiso crear un dulce específico para honrar la festividad del 5 de octubre. Pero no todo salió según esperaba.
El primer intento de introducir estas rosquillas de masa frita (similar a la choux o pasta de lionesas), con un ligero toque de ron o anís y un brillante glaseado blanco de azúcar y limón, fue, irónicamente, un fracaso comercial. Los leoneses no terminaron de acogerlas y el dulce se retiró de los mostradores. La receta, no obstante, sobrevivió en un lugar insospechado: el libro de texto de la escuela de pastelería que el maestro Pérez había fundado, guardada como un tesoro latente.
El rescate
La resurrección de la rosquilla se produjo años después, cuando otro gran confitero de la capital, Luis César García González, de Confitería Asturias, rescató el olvido. Decidió recuperar la receta y presentarla de nuevo al público, esta vez con un éxito rotundo. A partir de ese momento, la demanda se disparó y las rosquillas de San Froilán se asentaron definitivamente como un elemento imprescindible del otoño leonés, codiciadas en toda la provincia.
Hoy, la rosquilla es tan popular que compite con las tradicionales avellanas y el pincho de morcilla en las romerías. Su elaboración, con esa característica forma estriada, como se fuera un churro, se consigue con una boquilla de estrella, y su glaseado crujiente sobre la masa tierna y con sabor a licor, es un símbolo de su espíritu festivo.
Las rosquillas de San Froilán demuestran que, a veces, las tradiciones más queridas son aquellas que supieron esperar su momento para triunfar. Son el dulce que regresó del borde del olvido para endulzar el corazón de León. Esta es la curiosa historia de una receta nueva unida a una tradición de siglos que casan a la perfección.