“La poesía me salvó. Sin poesía moriría. Y cuando muera, quiero convertirme en un fósil de poesía.” Con esta frase, sencilla y deslumbrante, el poeta y ensayista surcoreano Ko Un resumió una vida consagrada a la palabra durante la entrega del XXIII Premio Leteo, celebrado este sábado en León.
El autor, considerado uno de los grandes nombres de la literatura asiática contemporánea y dos veces candidato al Premio Nobel de Literatura, recibió el galardón “agradecido” y emocionado, no solo por el reconocimiento, sino por descubrir una ciudad que —dijo— “es una joya que había dejado para el final”.
“Gamoneda es mi hermano poeta”
Durante su intervención, Ko Un dedicó palabras de profundo afecto al poeta leonés Antonio Gamoneda, a quien definió como “hermano poeta”. Ambos, contó, han escrito algunos versos juntos en estos días, en un encuentro que unió sus voces más allá de las fronteras y los idiomas.
El escritor, que se formó entre la meditación zen y las heridas de la guerra de Corea, evocó también a Lorca, Borges y Cervantes entre sus referentes, y confesó su fascinación por Don Quijote, símbolo de “la locura necesaria para creer en lo imposible”.
“Para mí, la poesía lo es todo”, reiteró ante un público que lo escuchó en silencio, consciente de estar frente a una figura que ha hecho de la palabra una forma de redención.
Un cuarto de siglo de Leteo
El director del Festival Palabra, Rafael Saravia, recordó que este premio —que cumple 25 años— nació del deseo de acercar a León las voces más singulares del mundo literario. “Ko Un representa el poder transformador de la poesía y la resistencia del espíritu humano”, afirmó.
El Premio Leteo, que ha reconocido a autores como Enrique Vila-Matas, Paul Auster, Jean-Marie Le Clézio o Leonardo Padura, se consolida así como una de las citas culturales más emblemáticas de la ciudad.
El viaje interior de Ko Un
Nacido en 1933 en Kunsan (Corea del Sur), Ko Un comenzó a escribir en plena adolescencia tras leer a un poeta leproso llamado Han Ha-Un, que lo inspiró a buscar belleza incluso en el dolor.
Durante la guerra de Corea se convirtió al budismo y pasó una década en meditación zen, hasta abandonar la comunidad en 1962. Los años siguientes fueron de tormenta: alcohol, insomnio y desesperanza. Pero la poesía —una vez más— lo rescató.
En 1983, tras casarse con Sang-Wha Lee, profesora de literatura, y ser padre de su hija Cha-Ryong, Ko Un transformó su vida y se entregó por completo a la escritura. Desde entonces ha publicado más de 120 obras, entre poesía, novela, ensayo y traducción, construyendo un legado que lo ha convertido en símbolo universal de resistencia y creación.
Un fósil de poesía
Con serenidad y una sonrisa luminosa, Ko Un cerró su discurso con una última imagen: “El día que me muera, quiero convertirme en fósil. Pero no de piedra, sino de poesía. Para que alguien, algún día, me encuentre y siga escribiendo.”
