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martes, 30 septiembre 2025

El 86% de los lobos que mueren en Europa lo hacen por causas humanas, según un estudio en el que participa la ULE

La Universidad de León (ULE) ha participado en una investigación internacional que revela un dato contundente: el 86% de los lobos que mueren en Europa lo hacen por causas relacionadas con la actividad humana. El estudio, publicado en la prestigiosa revista Mammal Review. Constituye la síntesis más amplia realizada hasta ahora sobre los patrones y factores de mortalidad del lobo gris.

El trabajo ha sido liderado por la investigadora Ana Morales-González, de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC). Cuenta con la colaboración de la Universidad de Oviedo y del investigador postdoctoral de la ULE Héctor Ruiz-Villar, quien subraya que “tres de cada cuatro lobos que mueren en Europa y Norteamérica lo hacen por acción humana, una presión muy elevada que condiciona la conservación de la especie”.

Hector Ruiz Villar
Hector Ruiz Villar

Caza legal e ilegal, principales causas

El análisis de 140 estudios científicos muestra que alrededor del 60% de las muertes de lobos están vinculadas directamente a la persecución de la especie. Tanto en forma de caza legal como de actividades ilegales. En Europa, la proporción es especialmente alarmante: el 86% de los casos frente al 66% registrado en Norteamérica.

En consecuencia, las muertes naturales —ya sea por agresiones entre individuos, enfermedades o hambruna— tienen un peso mucho menor, lo que compromete la estabilidad de las poblaciones en paisajes fuertemente humanizados.

Jóvenes en mayor riesgo

El estudio también señala que los lobos jóvenes en dispersión, es decir, aquellos que abandonan su manada natal para buscar un nuevo territorio, son los más vulnerables. “Al atravesar zonas desconocidas y altamente transformadas por el ser humano, se enfrentan a un riesgo de mortalidad significativamente mayor”, explica Ruiz-Villar.

Implicaciones para la gestión

Los autores destacan que este trabajo no solo aporta una base científica sólida, sino que también ofrece una referencia global para orientar políticas de conservación. “En un contexto en el que se están relajando las medidas de protección del lobo, es crucial recordar que la especie sigue sometida a un alto nivel de presión”, apuntan.

La investigación incide además en que la mortalidad natural y la provocada por el ser humano actúan de manera aditiva. Esto multiplica las amenazas para el lobo en territorios donde ambas coinciden. Por ello, los investigadores recomiendan que las futuras estrategias de gestión tengan en cuenta factores sociales y ambientales, como el tamaño de las manadas, la pérdida de ejemplares reproductores o la consanguinidad.

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