Argentina entró en default, pero algunos todavía son optimistas sobre el futuro de la deuda del país
este 22 de mayo de 2020 venció el plazo para que el país pagara US$503 millones en intereses a un grupo de sus acreedores privados con bonos bajo legislación extranjera.
Al no pagar y tampoco cerrar un acuerdo de reestructura o canje de deuda con sus bonistas, Argentina entró en lo que se llama un «default selectivo».
¿Qué significa?
Que una parte de su deuda externa -esos títulos que quedaron impagos- entró en cesación de pagos. Pero no así el resto de su deuda pública, que en total supera los US$320.000 millones (cerca del 90% de su Producto Interno Bruto, PIB).
Se trata de una mala noticia para el gobierno de Alberto Fernández, que no logró que los acreedores aceptaran la propuesta de reestructura que presentó a mediados de abril.
Si bien existe un consenso entre los economistas de que un default selectivo es una cuestión «técnica» -algunos lo llaman un «default light o blando»-, no deja de tener consecuencias negativas para un país.
La primera es que abre las puertas a una posible complicación judicial si los tenedores de bonos soberanos argentinos deciden acudir a la justicia y reclamar su pago, sobre la base de que Argentina no es un pagador confiable.
FONDO BUITRE
La segunda consecuencia es que se activan los llamados «seguros contra default» (CDS por sus siglas en inglés), que suelen estar en manos de fondos especulativos (comúnmente conocidos como «fondos buitre»).
Algunos advierten que estos «buitres» podrían entrar en acción, aprovechando los problemas de Argentina para comprar sus bonos baratos y luego trabar una futura reestructuración.
Por último, está el tema de la reputación: aunque sea técnica, esta nueva cesación de pagos coloca a Argentina solo un escalón por debajo de Ecuador y Venezuela, los países con más defaults soberanos en la historia moderna.
Pero a pesar de todo esto, la noticia de este nuevo default argentino no ha generado el mismo pesimismo que provocaron las anteriores cesaciones de pagos, en particular la más recordada (y grande): la de 2001, que en su momento fue la mayor de la historia.
Aunque durante la semana se anticipaba el probable impago de Argentina este viernes, las señales del mercado en los días previos, lejos de ser funestas, eran alentadoras.
Los bonos argentinos aumentaron su cotización, mientras que el dólar paralelo -considerado un termómetro del ánimo del mercado- comenzó a bajar, luego de haber escalado vertiginosamente.
Y el llamado «riesgo país», que mide las probabilidades de un país de caer en default, en vez de subir, bajó.
¿Cómo se explica?
«La lectura más lineal es que hay cierta expectativa de que el default va a ser solo temporal y se va a llegar a un acuerdo más global con los tenedores de bonos», le dice a BBC Mundo Alan Cibils, investigador del área de Economía Política de la Universidad Nacional de General Sarmiento.
El gobierno argentino extendió el plazo de la negociación con sus acreedores, que vencía este viernes, hasta el 2 de junio, una señal clara de que las discusiones continúan.
En tanto, el ministro de Economía argentino, Martín Guzmán, minimizó la importancia de la cesación de pagos, afirmando que se trataba de algo «anecdótico».
«Pensaría en la fecha del 22 de mayo como una fecha anecdótica. Estamos en un proceso, estamos en medio de negociaciones, ambas partes están trabajando con la intención de llegar a un acuerdo», señaló el martes, durante un evento en Washington.
Según algunos medios locales, el gobierno argentino habría firmado una «tregua» con sus principales acreedores para asegurarse de que no demandarán al país mientras continúan las negociaciones para realizar un canje de deuda.
La negociación
Hace un mes, Guzmán presentó una oferta a sus acreedores privados con títulos en dólares bajo legislación extranjera, muchos de los cuales son fondos de inversión de Wall Street.
Si bien estos bonistas representan cerca del 20% del total de la deuda argentina (US$66.000 millones), son el principal desafío del gobierno, ya que sin un acuerdo con ellos, será imposible para Argentina reestructurar su deuda.
La propuesta de canje contemplaba una reducción de intereses del 62%, una quita del capital del 5,4% y un «período de gracia», sin realizar pagos, de tres años.
Según la economista Marina Dal Poggetto, directora ejecutiva de la consultora Eco Go, en la práctica significaba que Argentina ofrecía pagar 0,40 centavos por cada dólar que debe.
La oferta fue ampliamente rechazada.
Sin embargo, en los últimos días el gobierno argentino recibió tres contraofertas, que sigue evaluando.
La sensación entre la mayoría de los analistas es que de ambas partas hay ganas de llegar a un acuerdo, aunque los plazos no hayan alcanzado para lograrlo antes del vencimiento de este viernes.
«Le conviene a ambos. Los fondos de inversión operan a corto plazo, tienen que mostrar resultados ya. Están sufriendo pérdidas por todos lados (debido a la pandemia del coronavirus) y no les conviene el costo y tiempo de ir a juicio», señala Cibils.
Dal Poggetto coincide: «Los fondos necesitan tener una renta, no buscan la judicialización», le dice a BBC Mundo.
Además, cree que tendrán cierta urgencia de alcanzar un acuerdo: «Dentro de unos meses va a ser más difícil negociar, post pandemia», sostiene.
El jueves, el vocero del Fondo Monetario Internacional (FMI), Gerry Rice, se sumó a las voces optimistas.
«Nos sentimos alentados por la voluntad de ambas partes a continuar las conversaciones para llegar a un acuerdo. Esperamos se pueda alcanzar un acuerdo que prepare el escenario para un sendero sostenible para la economía argentina de cara al futuro», afirmó durante una conferencia de prensa.
Qué pasará ahora
Los expertos sostienen que es probable que las negociaciones tarden días o semanas.
«Yo creo que va a ver noticias más temprano que tarde, me parece que está encarrilada la negociación», afirma Dal Poggetto.
Una vez que acuerden con los tenedores extranjeros el país tendrá que negociar con los bonistas locales, aunque será más fácil, ya que la legislación local le permite al gobierno tomar medidas unilaterales, como los llamados «reperfilamientos»(postergación de pagos) que ya viene aplicando desde el gobierno anterior de Mauricio Macri.
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Derechos de autor de la imagen Getty Images Image caption Argentina tiene una tensa relación con el FMI, pero el organismo ha apoyado al país en sus negociaciones con sus acreedores privados.
Un escollo más difícil será negociar con los organismos multilaterales de crédito, en particular el FMI, que en 2018 acordó con el gobierno de Macri el préstamo más grande en su historia.
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El FMI es hoy el principal acreedor de Argentina, que ahora tendrá que acordar el repago de los US$44.000 millones que recibió.
«Caso testigo»
Algunos creen que la importancia de que Argentina logre reestructurar su deuda va mucho más allá de las fronteras de ese país latinoamericano.
En un artículo de opinión publicado el martes en el diario The New York Times, Mark Weisbrot, codirector del Centro de Investigación en Economía y Política (CEPR por sus siglas en inglés), basado en Washington, señaló que «cientos de millones de personas en este planeta» podrían verse influenciados por el resultado de las negociaciones argentinas.
En conversación con BBC Mundo, Weisbrot explicó que el motivo es que «Argentina sirve como caso testigo para los muchos otros países cuya carga de deuda actual es insostenible».
«Estamos viviendo una época de crisis como nunca antes, con una pandemia y una recesión que se alimentan mutuamente, y en este contexto la actitud que tomen los acreedores privados y los organismos de crédito con Argentina definitivamente sentará un precedente», afirma.
Según Weisbrot, una negociación exitosa podría marcar el camino para evitar una seguidilla de defaults de otros países en crisis.