- Tomás Cañón ofrece desde hace años este manjar de tapa, pero en las últimas semanas ha tenido que ajustar el precio del café y del pincho para poder hacer frente a la subida de los precios
La inflación alimentaria ha encontrado un nuevo protagonista en la cesta de la compra: el huevo. Con subidas que superan el 25 % en apenas semanas a nivel nacional, la tensión del mercado está golpeando de lleno a la hostelería, especialmente a aquellos locales que han hecho de la tortilla de patatas la base de su éxito. Un producto estrella que ha pasado de ser humilde a casi un manjar de lujo.
En León, esta batalla la encaran bares como León Antiguo, en la calle del Cid, en pleno barrio Romántico. Su propietario, Tomás Cañón, cuyo local ha sido reconocido por guías como la Repsol con un Solete precisamente por su popularísima tortilla de patatas, relata el impacto de esta “subida exagerada” y la necesidad de buscar estrategias para no renunciar a su producto estrella.
Una caja de huevos a precio de angulas
La subida del coste del huevo, impulsada por un cóctel de alta demanda, costes de producción disparados y la sombra de la gripe aviar global, se nota con particular pesar en la cocina del León Antiguo.
“Una caja de huevos ha pasado de valer 35 a 75 euros,” declara Tomás; “se ha triplicado en dos años, pero en estos últimos meses la subida ha sido exagerada”.
Esta escalada representa una amenaza directa para el modelo de negocio del bar, no solo del de Tomás, sino de muchos otros en León, que antes veían en la tortilla la salida económica para acompañar el café matutino y que ahora se ven con el agua al cuello.
En León Antiguo llegan a despachar entre 40 y 50 tortillas diarias, entre pinchos y tapas. “Si sigue así, no sé cuál será la solución. Venderlo a precio de angulas,” lamenta Cañón, aunque añade que la respuesta de su clientela ha sido comprensiva. “Aquí nadie se queja porque la gente sabe lo que hay, va al supermercado, hace su compra y ven cómo están los precios nuevos”.
Estrategias de resistencia en la barra
Como solución para este nuevo agujero en el cinturón, Tomás ha tenido que tomar medidas para mantener la calidad y el ritmo de su producto premiado. “El café lo subimos 10 céntimos, aunque no haya subido el café, pero como aquí solamente hay tortilla con el café, estás obligado”, explica el hostelero. Asimismo, el precio del pincho de ración se ha ajustado en 20 céntimos. “Y aún así seguimos siendo de los más baratos, a 1’80, para estar donde estamos, no es de los caros”, justifica.
A pesar de los ajustes, Cañón teme un efecto similar al que se vivió con el aceite de oliva, cuya subida estructural parece haberse quedado. “Me temo que va a ser algo así, que se quedará en una subida” reflexiona, previendo que aunque el precio de los huevos baje, no volverá a ser tan barato como en un inicio, quedándose a la mitad.
Respecto a la duración de esta crisis, Cañón espera ver la luz al final del túnel pronto: “Por aquí vienen veterinarios de la Junta y me dicen que en tres semanas o cuatro se espera que se acabe la migración de las aves y por tanto el miedo ante la gripe aviar”, comenta el hostelero.
De bar de copas a templo de la tortilla
Lo paradójico del caso es que la tortilla se convirtió en el plato fuerte del León Antiguo casi por accidente. Originalmente, un bar de copas, el local se adaptó durante la pandemia a los cambios de horarios, abriendo por la mañana y ofreciendo la tortilla de tapa. “Fue así que tuvo tanto éxito que vino la guía Repsol y nos reconoció. Y entonces a partir de ahí nos desbordó,” explica Tomás. Ahora, su cocina trabaja a pleno rendimiento para servir la aclamada tapa. “Estamos ahora en 40 o 50 tortillas diarias, que es un montón. Salen 8, 9, 10 pinchos de tapa por tortilla,” detalla.
Pese a las dificultades, la filosofía de Tomás Cañón es resiliente: “Es lo que nos toca y hay que resistir. Dicen que resistir es vencer.” El hostelero leonés se mantiene optimista, aunque subraya que este tipo de presiones económicas “va minando” la caja y el poder adquisitivo del cliente, afectando el día a día.
