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- A fondo: Todo lo que se sabe de la mina de Cerredo
- Antonio Fernández, exminero y vecino de Villablino, conocía a varios de los mineros fallecidos este lunes en la explosión de la mina de Cerredo, en Asturias
La tragedia ocurrida en la mina de Cerredo ha conmocionado a toda la comarca de Laciana que ha vuelto a la pesadilla que creía olvidada, la de perder a sus vecinos en las entrañas de las montañas que tanto les ha dado, pero que tanto les vuelve a quitar. Antonio Fernández, exminero y compañero de algunos de los fallecidos, relata con dolor la pérdida de sus amigos y vecinos.
«Soy del valle de Laciana, de Vilaseca, y ahora vivo aquí en Villablino desde hace diez años. Esto es un pueblo pequeño, somos una comarca de 9.000 habitantes y nos conocemos todos», explica Antonio, quien trabajó durante 24 años en la mina antes de prejubilarse en 2016.
Con profunda tristeza, recuerda a las víctimas: «Conocía a Rubén, era el marido de una amiga mía, Cristina. Era un chico deportista, le gustaba la bicicleta, cazador y amigo de sus amigos… Jorge era un chico más joven que yo, tenía 32 años. Le conocía de la zona, era un chico al que le gustaba mucho la ganadería. Iban era el mayor. Le conocí trabajando en Cerredo, y coincidimos trabajando varias veces».
La explosión de grisú, un gas inflamable presente en las minas de carbón, ha dejado una profunda huella en la comunidad. «Pensé que una vez que se cerrara la mina de carbón, no iba a volver a vivir esto. Es una cosa muy rara, éramos compañeros, amigos y vecinos», lamenta Antonio.
El exminero y vecino de Villablino destaca la dureza del accidente y la juventud de las víctimas. «Es una cosa muy dura», comenta haciendo alusión a la cantidad de compañeros que han perdido la vida y el resto están heridos. Y recalca además el hecho de que haya sido a causa de una explosión de grisú: «Hacía mucho que no había tanto, porque las ventilaciones y los controles suelen ser muy estrictos en los medios del carbón. Pero bueno, esa mina ya llevaba parada mucho tiempo, entonces ahora que los técnicos evalúen la causa», añade.

Antonio, con su experiencia en la minería, no logra entender lo sucedido. «Yo la verdad es que no lo entiendo, porque es una capa que estaba muy cerca de la calle. No sé qué podría haber pasado, es muy difícil de entender», comenta desde la experiencia, añadiendo que ahora que los compañeros han fallecido es tiempo de que los expertos «evalúen y que vean las causas y que caiga quien tenga que caer».
La tragedia ha reabierto viejas heridas en la memoria de Antonio. «Por desgracia, nunca te olvidas, aunque tenga 50 años, empecé a trabajar a los 20 años en la mina y el primer mes que empecé a trabajar ya hubo un accidente mortal de dos compañeros», cuenta, añadiendo que es algo que «se lleva en la sangre», porque marca para siempre.

Además, recuerda las historias que le contaba su padre, también minero. «Mi padre murió ahora con 91 años, y me contaba cuando había accidentes, sobre todo en los mortales, que los sacaban y ellos los llevaban al hospitalillo de la empresa, los lavaban y luego los velaban las 24 horas del día hasta que los enterraban». Anécdotas de vida que denotan que los mineros son de otra raza, una que tiene la piel muy dura y por desgracia el corazón roto por tantas historias de muerte.
Concluye Antonio: «Esto es triste, nunca se olvida. Es vivirlo, es vivir con ello, y es muy duro llevarlo, sobre todo porque es gente muy joven».